En una sociedad donde el éxito de una persona se mide en el conocimiento, en la cantidad de lo aprendido, la diversidad del aprendizaje (varios talentos) y la rapidez con que aprende, es una carrera contra el tiempo, un tiempo acelerado para graduarse del colegio a menor edad, aprender varios idiomas, practicar un deporte, aprender música, y otras actividades que se convierten en muchas ocasiones en grilletes que aprisionan el alma o la psiquis de tu hijo y no aprendizajes donde exploren y sean realmente felices.
La competencia se ha convertido en algo propio de los humanos donde categorizamos por saberes, podré varios ejemplos: los boletines escolares tienen el puesto que ocuparon durante el período lectivo, inevitablemente inician las comparaciones con los demás compañeros, se mide o se compara con quien entregue o produzca primero y aún en muchas ocasiones se nombra, esto es algo que vemos en la sociedad, colegios, universidades, trabajos e incluso se clasifican a los países con mayor ranking, pues esta es una forma de medir el éxito, comparándonos inevitablemente con el otro.
Urge la necesidad de cambiar lenguajes y acciones realmente comprendiendo que cada persona maneja su tiempo y ritmo, y es acá donde la familia cumple un rol fundamental para acompañar con tolerancia, comprensión y amor, debe convertirse en una facilitadora y no en el verdugo de su niño o niña, es importante que el adulto responsable encuentre esa justa medida para dicho acompañamiento donde ni se ejerce agresión, violencia o maltrato desde el enojo porque no aprende tratándolo de “bobo”, “tonto”, “burro” y otros términos despectivos que se escuchan en el día a día, ni tampoco caer en la lastima, victimizarlo o justificarlo “pobrecito”, “esta enfermo”, “lo entiendo porque yo era igual” o atribuirle el trastorno a otra persona “es que la profesora o el profesor no lo quieren”, “el niño o la niña no le cayó bien al profesor”, “la profesora o profesor es muy jodido y mala gente”, términos que se escuchan en el cotidiano y más cuando trabajamos con población infantil. Es importante no compensar al niño, como la manera de calmar lo que no posee o le falta, recuerda esto también es una forma de maltrato o violencia, es importante establecer normas y limites apropiados y adecuados para el curso de vida de nuestros niños y niñas.
La familia debe proveer ambientes o entornos protectores tanto en casa como en la escuela donde en este último se trabaje en corresponsabilidad con la Institución Educativa o la maestra es importante no descargar toda la responsabilidad a estos últimos, las personas que se vinculen con el niño o niña deben comprender que van a observar en ellos un ritmo lento en su desarrollo intelectual o en sus aprendizajes, retraso psicomotor, alteraciones en su memoria, percepción, atención y pensamiento, veremos niños impulsivos o tal vez agresivos, pobre vocabulario, bajo nivel de generalización del lenguaje y desmotivación para desarrollar sus actividades escolares.
Cuando comprendemos lo que pasa en el mundo del niño o la niña la ansiedad baja, la comprensión llega, acompañándolos adecuadamente para que ellos puedan lograr mejores aprendizajes pues ya no se tiene la presión de los otros y lo más importante es permitirles ser felices.
