Existe la creencia de que ser bilingüe solo se puede conseguir si el niño empieza a hablar simultáneamente dos idiomas, pero segun Jill Stribling no está de acuerdo: «es un mito que no se pueda ser bilingüe pasada cierta edad», asegura. Aunque lo ideal es comenzar en paralelo, se puede ser bilingüe aprendiendo más adelante.
«El 68% de la población es bilingüe -comenta Jill-. En los países del norte de Europa, o en Holanda y Bélgica, por poner algunos ejemplos, sus habitantes manejan simultáneamente dos idiomas. Países como España o Estados Unidos son los irregulares, los que se encuentran por detrás en el conocimiento de otros idiomas».
Cualquier niño puede ser bilingüe, las personas bilingües no solo tienen la ventaja de saber hablar en otro idioma, con los beneficios que eso reportará a nivel profesional, sino que también condiciona psicológicamente: los niños bilingües son más creativos, desarrollan el cerebro de manera diferente y tienen una mayor autoestima.
Una apuesta segura es la inmersión total en el idioma. Cursos de inglés en los que no se hable en español facilitan que los niños se acostumbren a escuchar otra lengua, su fonética y expresiones y lo asocien con las personas que siempre le hablan en ese idioma. No hay que dar importancia a que los niños se resistan a hablar en inglés. Es totalmente normal que busquen comunicarse en el idioma con el que se sienten más cómodos. Poco a poco irán arriesgándose porque, con este tipo de lecciones «por inmersión» tendrán que comunicarse en ese idioma para participar en las actividades.
Por otro lado, el cerebro necesita un tiempo para poder lanzarse a hablar en otro idioma. Es como sumar, es imposible que un niño aprenda a sumar sin conocer antes los números. Intentar que el primer día de clase hablen en inglés es como pretender que hagan sumas de tres cifras cuando aprenden los primeros números.
Es importante que los padres comprendan que aprender un idioma lleva un tiempo. De hecho, los primeros 6 meses a un año, son lo que se llama «el periodo de silencio», un tiempo necesario durante el cual el niño es incapaz de hablar en inglés, pero su cerebro está trabajando. Un día, de repente, comenzarán a construir frases correctamente.
