Existe una frase muy famosa que reza “Persevera y triunfarás”. De este modo, se deduce que la acción de perseverar es una virtud, que pude llevar a la persona (perseverante) hacia el éxito en un ámbito donde se ha propuesto un objetivo determinado. Las personas perseverantes son aquellas que, a pesar de errores, de fracasos y de obstáculos que se interpongan en el camino entre su objetivo y la meta a alcanzar, continúan trabajando o realizando acciones para lograr lo que quieren, lo que desean, siempre con una buena dosis de esfuerzo personal y de la estimulación constante que les permite, momento a momento, autosuperarse, es decir, aprender de sus propios errores, capitalizarlos para mejorar sus acciones, y continuar en la búsqueda de sus metas.
Es verdad también, y como aseguran muchos que “para alcanzar el éxito se necesitan mil fracasos” y es quizás esa frase la que las personas perseverantes entienden y sobre todo ponen en práctica de mejor manera. Ahora bien, ¿qué sucede cuando una persona no tiene la capacidad para actuar mediante la perseverancia? En general, aquellas personas que ante un fracaso, se sienten totalmente destruidas, incapaces de sí mismas, pierden la confianza en ellos mismos, generando así un ambiente negativo en torno a ellos que les imposibilita de analizar y reflexionar acerca de qué hicieron mal, y entender que existen nuevas posibilidades de lograr lo que desean.
Perseverar suele llevar implícito el hecho de superar obstáculos. Puede ser que a veces al niño no le apetezca estudiar, porque su pensamiento está puesto en el juego, o bien porque la materia le resulte difícil; o quizá sea porque no haya atendido en clase y se encuentra perdido con respecto a lo que hay que hacer para realizar la tarea.
Los obstáculos pueden ser de diferentes clases, pero algo que ayudará a solventarlos es el diálogo, la comunicación con el niño para darle el espacio para contar lo que está pasando. Si vemos que está estancado o desganado, podemos hablar con él para saber en qué podemos ofrecerle nuestro apoyo.
Ayudar a nuestro hijo en el estudio nunca significa que le hagamos los deberes, sino que le ayudemos a encontrar lo que necesite para poder hacerlos él mismo: quizá sea una explicación, o ayudarle a organizar las prioridades del estudio de la materia, o guiarle para hacer esquema o un resumen. En fin, se trata de apoyarle para que sea capaz de avanzar por sí mismo.
Fomentar la perseverancia en los estudios en nuestro hijo no solo es algo que le reportará beneficios en su formación académica, sino que se convertirá en un valor con el que consiga obtener algunos de los logros que le van a proporcionar una vida plena como adulto.
