¿Y si tu hijo es fuego y tú eres agua? Lo que Elemental puede enseñarnos sobre crecer siendo distintos

Pixar lo volvió a hacer. Convirtió una ciudad en metáfora, una historia de amor imposible en puente, y una chica hecha de fuego en espejo de muchos niños y niñas que sienten que, por más que lo intenten, nunca encajan del todo. Elemental no es solo una historia sobre diferencias, es una película sobre identidad, expectativas, migración, prejuicio… y sí, también sobre el amor.

Pero esta vez el amor no es solo el romántico (aunque Wade y Ember nos regalan una química deliciosa y fuera de toda lógica física). Es también el amor entre padre e hija, entre generaciones, entre raíces y alas. Y cuando un niño ve esta película, no está viendo fuego y agua. Está viendo lo que pasa cuando te dicen que no puedes ser quien eres, cuando te piden que no sientas tan fuerte, o cuando la lealtad a tu familia choca con la vida que quieres construir.

Ember es impulsiva, fuerte, intensa, valiente. Pero también se enoja rápido, explota, y teme decepcionar. No puede entrar a ciertos lugares, se le exige cuidado todo el tiempo, y aunque tiene talento, pasión y un corazón gigante, el mundo parece no estar hecho para ella. ¿Te suena? Muchos niños —especialmente aquellos con emociones grandes, con energía que no cabe en las aulas, con rabia que nadie les ha enseñado a nombrar— ven en Ember un reflejo de sí mismos.

Y Wade, por su parte, es emoción pura. Llora, se conmueve, se abre. Representa esa masculinidad nueva, libre, suave, que tantos niños necesitan ver para saber que no hay nada mal en ser sensibles, en mostrar ternura, en llorar sin culpa.

Los papás de Ember no son solo personajes secundarios. Son la historia de muchas familias que llegan a un nuevo lugar con sueños grandes, acentos marcados y un equipaje lleno de orgullo cultural. Son padres que aman tanto, que a veces sin querer aprietan demasiado. Que lo dieron todo por sus hijos, y que esperan —con toda la buena intención— que esos hijos devuelvan el sacrificio siguiendo un plan que ellos ya trazaron. Desde la psicología del desarrollo, esto toca fibras profundas del apego, del sentido de pertenencia y de la construcción de la identidad en contextos diversos. ¿Quién soy cuando mis raíces van por un lado, pero mis alas quieren volar hacia otro?

Más allá de lo visual, la película le habla a los niños con preguntas que no siempre pueden decir en voz alta. ¿Y si soy diferente? ¿Y si no quiero seguir el camino que mis papás soñaron para mí? ¿Y si siento demasiado, me enojo demasiado, me emociono demasiado? ¿Hay un lugar para mí en el mundo si no sé cómo “calmarme”?

Acompañamos. Nombramos. No tratamos de apagar el fuego ni de secar las lágrimas. Dejamos que nuestros hijos nos enseñen también quiénes son, incluso si eso desordena nuestras ideas sobre lo que “deberían ser”. Porque a veces, lo más valiente que puede hacer un padre o una madre es permitir que su hijo no se parezca a ellos.

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